El estudio realizado con 139 participantes mostró que aquellos con Enfermedad de Parkinson (EP) tienen niveles de cafeína y nueve de sus metabolitos (o sea, productos de la metabolización de la cafeína) significativamente más bajos en la sangre que aquellos sin EP. Para la investigación, realizada en un hospital de Japón, participaron 108 personas (54% hombres, 46% mujeres) con Parkinson leve a moderado, pero sin demencia, y con un promedio de edad de 67 años. Sus resultados fueron comparados con los de 31 personas (44% hombres, 66% mujeres) sanas con un promedio de edad de 63 años.
Los investigadores no encontraron relación entre los niveles de cafeína y sus metabolitos y la gravedad de la enfermedad, sexo, o variantes genéticas. Lo interesante es que el hallazgo no depende del total de café consumido pues ambos grupos, con y sin Parkinson, consumían en promedio dos tazas por día.
El Dr. Nobutaka Hattori, del Departamento de Neurología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Juntendo, aclaró que los anteriores estudios epidemiológicos sugerían que un alto consumo de café podría ser un factor protector contra el Parkinson. Sin embargo, los nuevos hallazgos muestran que las personas con riesgo de EP tienen mala absorción de cafeína en el intestino delgado, afectando su paso al organismo y, por ende, sus beneficios contra esta enfermedad. Aunque el estudio no logra proporcionar pistas del porqué de esta deficiencia. Alternativamente, una alta ingesta puede ayudar a frenar el avance de la enfermedad.
El Dr. Hattori cree que la cafeína podría actuar no sólo contra el Parkison, sino también contra la Enfermedad de Alzheimer, y el cáncer.
El Dr. David G. Muñoz de la Universidad de Toronto, Canadá, aclaró que la Enfermedad de Parkinson ha sido notoriamente difícil de diagnosticar, por lo que se podría contar con la posibilidad de diagnosticar tempranamente la EP – posiblemente antes de que aparezcan los síntomas, si es que son confirmados los resultados de este estudio.
Artículo completo (en inglés): https://www.medscape.com/viewarticle/890985#vp_1